martes, 31 de enero de 2012

Treintadeloncedelonce.

Y de repente apareciste tú y yo me di cuenta de las cosas. Me di cuenta del nudo que se me forma en el estómago cuando te veo, ese que casi me impide respirar. Y de los latidos acelerados de mi corazón cada vez que hablamos. También me sorprendí al descubrir que con solo oír tu nombre, giro la cabeza como si estuvieras cerca e, inconscientemente, me aparece una sonrisa. Y me has hecho llegar a tal punto de locura, que por primera vez en mucho tiempo me da exactamente igual lo que opine el resto. Te quiero, te quiero, TE QUIERO, y si me lo pidieras, me subiría al punto más alto de este planeta y se lo gritaría al mundo. Sé que es una palabra demasiado grande, pero permíteme decirte que en dos meses has logrado que esa palabra se ajuste a ti perfectamente.
Y no quiero seguir convenciéndome de que no me importas, de que no me pareces lo más adorable que existe. Ahora solo me apetece decirte lo mucho que te quiero todas las mañanas, todas las noches, todos los segundos. Que no quiero parar hasta conseguirlo, hasta que me muera del dolor, de no dormir, de no entenderte. Voy a quererte tanto que hasta me sentiré avergonzada de que seas tan importante en mi vida. De hecho, ya lo hago. Cómo te quiero. Con cuántas ganas. No te imaginas. Ni yo me lo creo.

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