Juré que nadie volvería a ilusionarme, que nadie volvería a tener la capacidad de hacerme llorar o sonreír con una sola palabra. Y de pronto apareciste tú, con tus ojos verdes, con tus tonterías de niño pequeño, con nuestras conversaciones que me hacen estar bien hasta en los peores días, con todas tus palabras, las bonitas y las no tan buenas. Le diste la vuelta a todos mis pensamientos, a todo en lo que creía, me diste una razón por la que sonreír.
Eres justo lo que estaba esperando.

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