Puede que haya dicho esto ochenta millones de veces, y seguramente mucha gente esté cansada de oírme decirlo cada dos por tres. Pero sé, y esta vez estoy segura, de que él es especial.
Todo comienza un día, ese preciso día en el que te da por fijarte en sus ojos azules. Sí, son azules y quizá por eso te traen malos recuerdos, pero te pierdes en ellos, y por un instante sientes que son los ojos más bonitos del mundo. Y sin ni siquiera darte cuenta, te pasas las horas pensando en él, en sus ojos. Y de sus ojos pasas a fijarte en su manera de caminar, que cuando le ves aparecer se te dibuja una sonrisa de gilipollas. Y después viene su sonrisa, esa sonrisa que ilumina todo a su alrededor, esa sonrisa de la que te encantaría ser el motivo. Y entonces es algo que ya no puede pararse.
Cuando le ves lo que sientes no son mariposas revoloteando con suavidad por tu estómago, no. Tú lo que sientes son un millón de elefantes galopando, se te acelera la respiración y puedes notar el calorcito que desprenden tus mejillas coloradas.
Y cuando estás con él... eso es inexplicable, joder. Apareces y le ves y sonríes como una imbécil. Como una imbécil enamorada, que es lo que eres. Te podrías pasar toda la puta mañana mirándole, porque para ti es sencillamente perfecto aunque el resto del mundo diga lo contrario. Y cuando te mira o cuando te habla te dan ganas de ponerte a saltar.
Pero pasa algo, aparece alguna, y hasta el mínimo detalle, algo que es prácticamente insignificante, a ti se te hace un mundo. Y de repente te encuentras llorando y te paras a pensar. Te das cuenta de que él se ha convertido en el centro de tu mundo, de que solo piensas en él, de que solo quieres dormir porque sueñas con su cara, porque harías cualquier cosa que él te pidiese para poder estar con él. Lo único que quieres es estar a su lado, besarle, abrazarle, estar entre sus brazos en una tarde en pleno enero y no sentir frío, y que se te acerque susurrando que te quiere, agarrándote de la cintura, acercándote a él para que termine besándote despacio, muy despacio.
Prometiste no volver a caer para no volver a sufrir, pero cuando apareció él ni siquiera intentaste resistirte. Y, ¿sabes lo que pasa ahora?...
Que estás enamorada. Jodidamente enamorada.

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