Queridos Reyes Magos,
Sé que este año no me he portado excesivamente bien. He tenido momentos difíciles en los que me he cagado en todo y he arrasado de mala forma con aquello que me rodeaba. Ya sé que la intención al final es lo que menos cuenta de todo, pero he intentado ser buena, portarme bien, aprobarlas todas y seguir sonriendo a pesar de todo lo que ha venido este año, que no ha sido poco. Y yo no sé si seré feliz, solo sé que me encuentro mucho mejor que meses atrás. En parte, esta alegría que siento se la debo a él. A un martes y 13 en el que me cambié la vida mirándole a los ojos y dándome cuenta de que es lo más bonito que puede haber. Y a un jueves 22 en el que me hizo aprender que a veces es mejor conformarse con los pequeños detalles, como tenerle sentado a mi lado, poder hablar con él y pasarme la mañana entera mirándole sin pensar en el puto frío.
Por eso, y a pesar de no ser ni mucho menos la chica ideal, el único regalo que realmente quiero es a él. No estoy pidiendo un amor eterno y de película. Solo quiero verle y sonreír, pensar las 24 horas del día en él sin sentirme culpable, ser el motivo de alguna de sus sonrisas y poder besarle siempre que quiera. Que en las tardes más frías llegue y me abrace y me de calor, pasarme las noches mandándome mensajes con él y llamarle tooodos los fines de semana para oír su voz; y que cuando llegue el lunes y me vea, se acerque a mí, me recuerde que me quiere y me acerque a él agarrándome de la cintura. Eso y otras miles de cosas ue me muero por hacer, pero para las cuales me falta valor. Nada me haría más feliz que eso, aunque soy consciente de que él no pinta nada conmigo y de que quizás es mucho pedir.
Así que si no puedo tenerle a él, solo quiero que sea feliz, aunque me muera por dentro cada vez que le vea con otra. No hay nada más bonito en este mundo que su sonrisa, y aunque nadie le quiere tanto como yo, y ninguna será capaz de cuidarle como lo haría yo, me basta con verle sonreír. Porque no hay momento mejor que aquel en el que me quedo agilipollada con sus ojos azules, esos que me encantan, y con su sonrisa preciosa. Y esto viene ocurriendo desde el instante en el que la gravedad dejó de ser lo que me mantiene pegada al suelo. Ahora mi gravedad se resume en seis letras. Esas seis letras que forman el nombre de la persona más bonita que han visto mis ojos.

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